Con origen en el término latino acceptatio, el
concepto de aceptación hace referencia a
la acción y efecto de aceptar. Este verbo, a su vez, está
relacionado con aprobar, dar por bueno o recibir
algo de forma voluntaria y sin oposición.
Aceptación puede ser utilizado como
sinónimo de acepción,
aunque en la actualidad el uso de este término se limita a los distintos
significados que puede tener una palabra de acuerdo al contexto en que aparece.
En el ámbito del derecho, la aceptación es el acto o mediante el cual se
asume una orden de pago que aparece contenida en un cheque o letra de cambio.
Por otra parte, la aceptación de la herencia es el acto, ya sea expreso o
táctico, por el cual el heredero asume los derechos, bienes y cargas de su
herencia.
Pese a todas estas definiciones, la idea
de aceptación aparece muy vinculada a la psicología y
la autoayuda. En este sentido, el concepto refiere a que
una persona aprenda a
vivir con sus errores; es decir, que acepte su pasado. De esta manera, podrá
encarar el futuro con una nueva perspectiva y aprovechar las oportunidades que
brinda la vida.
Es en torno a esta idea de aceptación del pasado que gira gran parte de la
problemática del ser humano, dado que de forma consciente o inconsciente, suele
quedar atrapado en sus traumas infantiles,
lo cual entorpece su desarrollo. Generalmente, cuando se habla de los
trastornos graves de la niñez los temas que primero vienen a la mente son
abusos sexuales y otros tipos de agresión física y psicológica, tales como los
ataques por parte de un padre alcohólico a sus hijos.
Sin embargo, todas las vivencias dejan una
huella en nuestro cerebro, y en la mayoría de los casos son las menos notorias
las que más obstaculizan nuestra vida adulta. Haber nacido de la unión de dos
personas que no se aman ni se respetan, que están juntas por interés material,
puede condicionar la felicidad de
un hijo; aunque no exista ningún tipo de agresión evidente por parte de sus
padres, tener como primera referencia a una pareja infeliz influye
negativamente en la propia experiencia sentimental.
Muchas personas se preguntan por qué sus
vidas parecen vacías e insatisfactorias, y la respuesta está siempre en su
interior, en su pasado; para hallarla, es necesario revisar todos los recuerdos, por insignificantes que parezcan a simple
vista, y buscar, a través de ellos, otros que hayan ido perdiendo nitidez a lo
largo de los años.
La aceptación también puede estar dirigida
hacia otras personas, con un sentido similar: aceptar sus errores y sus
equivocaciones, privilegiando lo bueno por sobre aquellas cuestiones
que generan dolor. Se suele distinguir entre aceptar las ideas de otro y
compartirlas: en el primer caso, no es necesario estar de acuerdo, aunque
existe un límite marcado por la decencia y la moral; por otro lado, compartir indica
claramente que se piensa del mismo modo.
Con respecto a esta última acepción, el
término tolerancia suele
tener un uso similar, y existe en torno a estos una fina capa muy negativa que
normalmente se ignora. Sobre todo en temas relacionados con la sexualidad y la religión, la aceptación parece ser
sinónimo de reprimir la agresión que provocan las diferencias para alcanzar una
convivencia pacífica, opuesto a un verdadero entendimiento de la riqueza que
representa la diversidad.
La aceptación incluso puede referirse a
la aprobación física, cuando un sujeto tiene que aprender
a aceptar su cuerpo tal y como es y evitar sentirse deprimido al respecto. Se
conoce como dismorfofobia un trastorno que
impide a un individuo mirarse a sí mismo con objetividad; en cambio, ve en
primer plano sus defectos y los magnifica. Las consecuencias de esta enfermedad
son muy variadas, aunque el miedo a salir a la calle y ser visto por otros
suele ser un denominador común.
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